España

Bélgica, el largo tránsito hacia la excelencia

Madrid, 16 nov (EFE).- Hace no demasiado tiempo Bélgica era una habitual en los Mundiales. De hecho, la selección no faltó ninguna vez a la cita en los ochenta y en los noventa, prolongando esa racha hasta la primera edición del siglo XXI que albergaron Japón y Corea del Sur en 2002.

Madrid, 16 nov (EFE).- Hace no demasiado tiempo Bélgica era una habitual en los Mundiales. De hecho, la selección no faltó ninguna vez a la cita en los ochenta y en los noventa, prolongando esa racha hasta la primera edición del siglo XXI que albergaron Japón y Corea del Sur en 2002.

En aquella cita Brasil, a la postre campeona, acabaría eliminándoles en octavos de final por 2-0. A partir de ese momento surgió la oscuridad, poniéndose fin a un ciclo histórico cuyo momento de mayor gloria sería el cuarto puesto cosechado en México 86. Han pasado casi treinta años de aquello y pocos son en el actual seleccionado los que habían nacido para contarlo.

De hecho, los recuerdos de casi todos los jugadores tienen más que ver con el tropiezo del año 2002. Aquella generación no tenía ya el empaque de las precedentes pero sí el toque multicultural que aportaban los hermanos Mpenza (pese a que Émile se perdió la Copa del Mundo por lesión) y un delantero de garra llamado Marc Wilmots, a quien aquella tarde fatídica le anularon un gol legal con 0-0 en el marcador y que hoy se sienta en el banquillo como seleccionador.

Él fue el encargado de devolver el honor al combinado belga con la participación en Brasil 2014, donde cayeron ante Argentina, y el mismo llamado a modelar al que probablemente sea el grupo de futbolistas más talentosos que jamás se vio en el país. Jóvenes técnicamente bien dotados que se aúnan bajo una misma bandera pese a lo diverso de su origen.

Si bien es cierto que la mayoría han nacido dentro de las fronteras, no lo es menos que basta con trepar por la rama inmediatamente superior del árbol genealógico de muchas de las actuales estrellas de los ‘Diablos rojos’ para darse cuenta de su variada procedencia. Así se descubren raíces que van desde Marruecos hasta Indonesia pasando por Martinica.

La apertura a otras influencias derivada del fútbol como elemento integrador ha dotado al actual combinado de un carácter diferenciador que es al mismo tiempo una virtud y una novedad propia de los nuevos tiempos que corren. Pero no la única. El trabajo que se hizo en la base, personificado sobre todo en la figura del que fuera director técnico de la federación Michel Sablon, necesitaba asimismo de un espíritu competitivo.

Dicha carencia, evidente durante años, parece haber quedado atrás. En ello ha tenido mucho que ver el traslado de los jugadores a las grandes competiciones, especialmente a la Premier League. De hecho, como si de un arca de Noé se tratara, se han movido en parejas o incluso en cuartetos rumbo a los clubes más destacados.

Courtois y Hazard juegan para el Chelsea mientras Mignolet, Origi y Benteke defienden los colores del Liverpool. En el Tottenham se encuentran Dembélé, Chadli, Alderweireld y Vertonghen. La camiseta del Manchester City la visten De Bruyne y Kompany al igual que Lukaku y Mirallas se ponen cada fin de semana la del Everton. Por su parte, Fellaini sigue sumando partidos en el United, equipo al que pertenece el cedido Januzaj.

Así las cosas, todo se ha puesto de cara para que Bélgica explote al fin todo su potencial. Con la clasificación para la Eurocopa ya asegurada, torneo en el que no participaban desde que fueran anfitriones junto a Holanda en el 2000, pueden presumir incluso de liderar la Clasificación Mundial de la FIFA. Un reconocimiento casi testimonial pero que indica que la selección se acerca a la madurez y, esta vez sí, parece ir en serio.

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