No era imposible, solo lo parecía. Cuando el quinto helicóptero despegó, se supo que Tailandia había concluido uno de los rescates más inverosímiles que se recuerdan: una docena de niños que no saben nadar y un entrenador salieron a través de un trayecto que hace sudar a los buzos más encallecidos. La confirmación llegaba de la página de Facebook de la Marina tailandesa: «Los doce Jabalís Salvajes (en referencia al equipo de fútbol) y su entrenador ya han emergido de la cueva y están seguros. ¡Hurra!».
Han sido necesarios casi un centenar de buzos tailandeses e internacionales, un experto holandés en drenaje, cientos de bombas de extracción y un plan de rescate tan audaz como arriesgado para alcanzar el final feliz. «Por fin podré dormir, he estado muy nerviosa, he rezado mucho. Lo celebraré más adelante, esta noche estoy agotada», contaba con ojos vidriosos Naowarat, de 26 años. La joven médico, que integra el ejército de voluntarios, señalaba a la buena suerte, a la pericia de los submarinistas y a Buda, aunque desconocía los porcentajes. «No estamos seguros si ha sido un milagro, la ciencia o qué», reconocían los buzos tailandeses.