Hay partidos que no son dignos de ver, no merecen siquiera que se disputen a puerta cerrada, como por ejemplo el que jugó el Barça contra el Leganés. No fue en cualquier caso una excepción, sino que evocó los ya disputados en marzo, cuando el equipo desesperaba y la hinchada pitaba a Bartomeu. Los azulgrana recuperaron su versión más aburrida después de un alegre salida a Mallorca. La vuelta al Camp Nou resultó desesperante cuando se anunciaba una noche apacible ante el desesperado Leganés. Tuvo suerte el Barcelona del desparpajo de un invitado desacostumbrado como Ansu Fati y, naturalmente, de su figura de siempre: Messi. El argentino parece ser el único que no envejece mal y también el motivo excepcional por el que conviene no perder de vista al Barcelona.
El partido invitaba descaradamente a las rotaciones porque el viernes aguarda el Sevilla y después llegan el Athletic y el Atlético, con una visita de por medio a Vigo. Así que no sorprendió que Quique Setién cambiara a medio equipo con respecto al partido de Mallorca y apostara por el regreso del joven Ansu Fati. El delantero (17 años) apenas ha tenido pocos minutos con el técnico cántabro después de entusiasmar al inicio de temporada con Valverde. El entrenador insiste con Griezmann, no fuerza con Suárez y regula a Braithwaite, un punta versátil que lee bien los movimientos de Messi, quien no se quita el 10 ni para dormir en Castelldefels.
La nómina de delanteros azulgrana es exuberante en contraste con la de Aguirre. El Leganés no solo ha perdido a Braithwaite sino también a En-Nesyri, que garantizaban el 70% de sus goles, y tampoco pudo contar en el Camp Nou con el sancionado Óscar Rodríguez. Aparentemente era un rival apetitoso para cualquier atacante y más para Ansu Fati. El paisaje invitaba a mirar la portería de Cuéllar y, sin embargo, la atención se centró en el área de Ter Stegen. Guerrero tuvo dos remates consecutivos que si no acabaron en gol fue por casualidad: uno fue rechazado prácticamente sin querer por Lenglet y el segundo salió cruzado junto al poste derecho del portero del Barcelona.
El Barça no sabía cómo atacar ni replegar, ahogado por el Leganés, un equipo excelentemente plantado en defensa con una línea de cinco y rápido en las transiciones cuando los azulgrana no aseguraban el pase para disgusto de Setién. Los barcelonistas no adivinaban ningún agujero en la zaga de Aguirre. El embudo era tremendo ante el área de Cuéllar. El juego de los medios no tenía ritmo ni tensión, los laterales y extremos apenas daban amplitud al campo y Messi quedó tan enjaulado que no se contó una llegada azulgrana hasta el minuto 30, cuando cabeceó Griezmann.