Renata Masciarelli, portera del América, que hace tres semanas recibió amenazas de muerte por parte de un sujeto
A los deportistas siempre se les pide que sean cercanos con la afición y que tengan la «humildad» para tomarse una foto con los aficionados que les esperan al salir de la concentración o cuando descienden del camión. Sin embargo, como Enciso lo mencionó, esa amabilidad no debe ser confundida ni aprovechada. En este tipo de casos, también juega un papel sustancial el resto de la afición, los que se acercan con una intención genuina de convivir con las jugadoras sanamente. Si esos actos de acoso se dan en presencia de mucha gente, es fundamental que todos lo condenen para evitar dos cosas:
la incomodidad de las futbolistas (lo más importante)
y que se cree un ambiente de cerrazón en el que sea imposible la interacción entre jugadoras y afición.
A casos como este, se suma la violencia digital que han padecido otras jugadoras,
como Renata Masciarelli, portera del América, que hace tres semanas recibió amenazas de muerte por parte de un sujeto que,
previamente, hizo comentarios despectivos sobre su físico. Y no sólo se queda en el mundo virtual: Charlyn Corral, goleadora del Pachuca, también fue víctima de insultos, pero en el estadio —respondió con goles y con gestos dedicados a esos pseudoaficionados—. Y ni hablar del entrenador de Necaxa Femenil, que hizo comentarios de menosprecio hacia sus propias jugadoras en conferencia de prensa, para dejar constancia de que en todos los espacios existen situaciones que intentan bloquear el desarrollo de las jugadoras.
Queda en evidencia que las menos culpables son ellas, que lo único que pretenden es ser amables con la gente y corresponder el apoyo que les brindan. Claro está que tampoco se puede meter en el mismo cajón a toda la afición, pero, como se decía arriba, también es indispensable contar con la colaboración de ellos cada vez que se presente un caso de este tipo.