México prometer el cielo forma parte intrínseca de la fiebre por el Mundial.
El Tri ha constatado en cada una de sus frustraciones mundialistas que soñar nunca será suficiente. Se puede argumentar que el quinto partido existió, en 1986, como locales, pero la llave que los aztecas ganaron no tuvo como rival a ningún jerarca del balompié internacional: se superó a Bulgaria. Por eso resulta extraña esa actitud valentona que inunda al futbol mexicano cada vez que la cita mundialista asoma en el horizonte. La autocrítica que se pide durante todo el proceso, particularmente en las eliminatorias, muta en un abrir y cerrar de ojos en una soberbia autocomplaciente y totalmente alejada de la realidad.
Porque ni los verdaderos candidatos a ganar el Mundial salen a decirlo. Y es que, a decir verdad, saben que se verían mal. Además de que quedarían expuestos al riesgo de no cumplir con sus pronósticos y evocar una ola de burlas que no tendría fin. En México prometer el cielo forma parte intrínseca de la fiebre por el Mundial. De repente, el nivel del futbol nacional puede equiparse al de las naciones más poderosas. ¿Por qué? No se sabe muy bien, pero los jugadores dicen que basta con creerlo, que visualizarlo es el primer paso hacia la gloria.
¿Messi ha dicho que Argentina va a Qatar para ser campeón? Apenas y lo menciona como una posibilidad y eso porque se lo preguntan. “No somos los candidatos a ser los campeones del mundo, pero le vamos a pelear a todos”, dijo en charla con TyC Sports hace cuatro meses. Lo mismo con las grandes estrellas de la actualidad. Pero aquí es muy sencillo soltar ilusiones al aire. Al final, cada promesa podrá ser justificada con el aire de un pretendido cambio de mentalidad. Quizá, sí, es necesario un cambio de mentalidad: dejar de vender humo y adecuar los anhelos a las posibilidades reales. Todos saldrían ganando.