Colombia

El sueño de fuga de un ‘escarabajo’ que falló en el descenso

Bogotá, 22 jun (EFE).- Era una bonita mañana para fugarse.

Bogotá, 22 jun (EFE).- Era una bonita mañana para fugarse.

Así se lo dijo aquél viernes 11 de junio de 2004 Juan Barrero Moreno a su director técnico, el exciclista Oliverio Cárdenas.

«¡Prueba!», fue la respuesta que dio Cárdenas hace doce años sin saber que sería la última instrucción para su pupilo.

«¡Prueba!» La misma expresión con la que el pasado 18 de junio Nairo Quintana autorizó al español Marc Soler partir en busca de la cuarta etapa de la prueba francesa Ruta del Sur.

‘Juanito’ no tenía el biotipo de escalador de los ‘escarabajos’ colombianos pues medía 1,75 metros y pesaba 65 kilos. Por contra, el plano o el descenso lo tornaban clave para su jefe de filas. Algo parecido con Cárdenas, quien sobre su bicicleta fue campeón de metas volantes de la Vuelta a Colombia en 1980, 1982, 1983, 1984 y 1985.

Aquella mañana 84 ruteros tomaron la salida de la quinta etapa de la Vuelta a Colombia en Santa Rosa de Cabal rumbo a Jericó en una travesía de 175 kilómetros sobre terreno ondulado.

La caravana rodaba perezosa bajo un sol de 19 grados mientras Barrero Moreno se abría espacio entre los primeros veinte. Pero la tranquilidad comenzó a crisparse en el sexto kilómetro con una bajada estrecha, de curvas sinuosas.

Apenas habían pasado 15 minutos desde la largada y la tragedia se citaba con el hombre que, en su octava temporada profesional, corría su sexta Vuelta y ocupaba el trigésimo puesto de la clasificación.

Ahora bajaban nerviosamente, en silencio, a 60 kilómetros, cuando apareció una sombra sobre el asfalto, como una mancha de aceite.

Alguien presionó el freno en busca de seguridad pero fue como apretar un gatillo. A continuación un contacto de bicicletas y cuerpos y, como si se tratara de una aparatosa coreografía, tres competidores rodaron por el piso.

Una gigantesca piedra fue el puerto final de Barrero, quien había cumplido 31 años un mes antes, el 19 de mayo. El 9 de junio, dos días antes de su tragedia, su madre, Rosario Moreno, había conmemorado el suyo con un extraño dolor le apretaba el corazón.

«Me había comprado una torta para mi cumpleaños y mientras comía, sentía angustia, algo me decía que algo malo pasaría», dijo a Efe la mujer que muchas veces lo animó, pero otras le pedía que abandonara.

«Llegamos poco después de que ocurrió ese brutal porrazo. Juanito medio se movía», declaró a Efe Oliverio Cárdenas.

Los médicos encontraron politraumatismos en la cabeza, la cervical y el tórax. Fue conducido a un hospital de la ciudad de Pereira pero llegó muerto por un paro que tuvo en la ambulancia.

¿Cuando uno muere, para dónde va? Había preguntado Juan dos meses antes a un sacerdote que le acompañaba en sus entrenamientos, recordó hoy Manuel, su hermano. «El padre Carlos no supo qué responder, pero Juan ya lo sabe», añadió.

Víctor Hugo González, compañero de equipo que se cayó con ‘Juanito’, sufrió fracturas en la muñeca y la clavícula izquierda; y el tercer corredor accidentado, Santo Álvarez, tuvo trauma en tejidos blandos en el brazo izquierdo.

La Vuelta a Colombia, cuya primera edición se corrió en 1951 y en 2016 celebra su versión 66, tiene hasta hoy a Juan Antonio Barrero Moreno como el único ciclista fallecido en competencia.

Su plan de fuga murió con él en un descenso, como en otros acabaron muchos sueños de gloria.

El 12 de julio de 1971, fecha conocida en la historia del Tour de Francia como «La tragedia en los Pirineos», el español Luis Ocaña, que lideraba con más de siete minutos sobre Eddy Merckx, cayó cuando bajaba temerariamente el Menté en medio de un torrencial aguacero para neutralizar un ataque del belga, su más enconado rival.

Ocaña perdió así la oportunidad de ganar un Tour a Merckx, que ese día, por respeto, no vistió el maillot amarillo, gesto que imitó el 11 de junio de 2004 José Castelblanco al tomar el liderato de la Vuelta a Colombia en la etapa que él ganó y costó la vida a Barrero.

Sueños de victoria acabaron en aparatosos descensos, como ocurrió al mismo Nairo Quintana hace dos años en la Vuelta a España. «Son cosas que uno siempre ruega que no le pasen a uno y tampoco a los demás», manifestó antes de conquistar la Ruta del Sur.

Y otros sueños apagó la muerte, como el del español Francisco Cepeda, la primera víctima en el Tour de Francia, cuando encaraba el Galibier en 1935. O el del italiano Fabio Casartelli, campeón olímpico de Barcelona’92, cuya aventura acabó al estrellar su cabeza contra el asfalto del Col d’Aspet el 18 de julio de 1995.

De tragedias por cuenta del ciclismo sabe bien Cárdenas quien, antes de su pupilo, perdió a un hermano hace 28 años cuando se entrenaba en otra carretera colombiana.

«Aunque el dolor es grande, me llena de orgullo saber que hasta el último día de su vida hizo lo que más le gustaba», expresó a Efe Cristóbal Barrero, padre del hombre que corrió en El Salvador, Costa Rica, Panamá, Bolivia, Ecuador, República Dominicana y Venezuela.

«Hagan la foto bien bonita para que nos quede un lindo recuerdo», dijo ‘Juanito’ a sus compañeros de equipo delante de la iglesia de Santa Rosa de Cabal, antes de comenzar la última etapa de su vida.

La foto, en efecto, quedó bonita. Juan, orgulloso al lado de su técnico, como aparece en muchas otras imágenes de su corta carrera.

Esta, la última foto que pidió, adorna la sala de la residencia de sus padres como el «lindo recuerdo» que quería dejar.

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